"A veces creo que hay vida en otros planetas, y a veces creo que no. En cualquiera de los dos casos la conclusión es asombrosa" C.Sagan

En mi segunda estancia en China en 2024 tuve la oportunidad de conocer Shanghai y sus alrededores comprobando lo vibrante que es con respecto a Beijing, . Sólo pude realizar dos piezas pero ambas son una destilación de una cultura milenaria que vuelve a sentirse orgullosa de su patrimonio artístico, devastado por la Revolución cultural pero tan abundante que todavía siguen diseñando museos para dar cabida a tanto patrimonio. La paleta de colores que encontré en templos, mercados y antiguas construcciones irrumpió en mi forma de entender la composición visual. Los rojos intensos, los verdes jade, los dorados envejecidos y los azules profundos irrumpieron con fuerza en mi trabajo, no solo como elementos estéticos, sino como símbolos cargados de historia y espiritualidad.

Uno de los descubrimientos más impactantes fue la cerámica, en especial las figuras de los caballos de la dinastía Tang y los guerreros de terracota. La fuerza silenciosa de esas esculturas, su postura, su volumen y su expresividad marcaron mi manera de trabajar las formas. Empecé a reinterpretarlas desde mi propio lenguaje, integrándolas con respeto en una narrativa más contemporánea. La vitalidad del color en las pinturas tradicionales chinas : su saturación intensa, la decisión con que se aplica el pigmento, la libertad del trazo. Frente a la delicadeza de la técnica, el color irrumpe con una fuerza emocional que me conmovió. En mi breve estancia, comencé a usar colores más vivos en mis propios cuadros, buscando esa misma contundencia y energía visual sin perder mi identidad. Fue una forma de diálogo entre dos mundos.