Hace unas semanas tuve el honor de presentar una exposición en la zona sur de Japón, un proyecto que no solo mostró el fruto de años de trabajo en cerámica, sino también la fuerza de la colaboración entre dos culturas con una profunda tradición artesanal. El vídeo que adjunto en este post resume de forma clara y detallada el proceso que dio forma a esta muestra tan singular.

Durante el traslado, una parte significativa de las piezas llegó dañada. Ante esta situación, el equipo japonés propuso una solución tan inesperada como valiosa: formarse en la técnica tradicional del kintsugi, un arte ancestral que repara cerámicas rotas utilizando resina y polvo de oro, destacando las cicatrices como parte esencial de la belleza de la obra. Bajo la tutela de un maestro kintsugi, los miembros del equipo realizaron un curso intensivo y dedicaron horas de trabajo paciente para restaurar cada fragmento.

El resultado final fue una colección que refleja la unión de la sensibilidad española y la filosofía japonesa, donde cada grieta restaurada simboliza la capacidad de superar la ruptura y transformarla en algo aún más valioso.

Este vídeo documenta cada etapa de este proceso único, testimonio de cómo el esfuerzo conjunto y el respeto mutuo pueden convertir un contratiempo en una oportunidad para crear algo extraordinario.